Os queremos mostrar, otro de nuestros Micro Cuentos, esperamos que os guste!
Las leyendas de la antigüedad, nos han traído hasta nuestros días, múltiples historias de héroes y mitos. Hércules, Perseo, Thor, Aquiles, Ulises, y otras muchas más que pueblan nuestra cultura popular, conforman la cultura en la que crecimos.
En otras partes del mundo otros héroes y leyendas enriquecen las culturas de naciones lejanas, pero en ninguna de ellas se hace nunca referencia a la que hoy os traigo. La leyenda de Sersemis.
No podría decir la mitología de la que proviene este cuento, otros antes que yo se ocuparon de borrar sus huellas y toda mención a su nombre de los anales de la historia.
Sersemis era una mujer que había sido elegida, por ser la mayor artesana de su tierra, para tejer los ropajes de dioses, diosas y héroes.
Se encontraba así presente en el panteón, cuando un gran alborozo llamó su atención. Dejando sus herramientas, Sersemis siguió el gentío hasta el coliseo.
Allí, semidioses y divinidades asistían expectantes, a un cónclave entre los dioses mayores de varios panteones. Egipcios, nórdicos, griegos, todos aquellos que alguna vez rigieron o que alguna vez regirán los destinos de la Humanidad discutían acaloradamente.
Sus voces resonaban en la acústica perfecta del recinto.
Al parecer, discutían sobre el pasado y el presente, sobre la vida y la muerte, y definían, entre todos, cómo debían ser el mundo y la realidad.
Las diferentes formas de ver el mundo de cada uno, convertían la discusión en acalorada, y las bravatas de unos y otros, amenazaban con desatar una pelea que inevitablemente desembocaría en un conflicto en el que los mortales, hermanos y hermanas de Sersemis, sufrirían y serían las víctimas perjudicadas.
En concreto, la mayor pugna era la que enfrentaba a los dioses orientales, con los occidentales. Sus diferentes culturas discutían sobre la vida y la permanencia de las cosas, sobre lo efímero, la belleza y los sueños.
Los dioses orientales, de los panteones japoneses, chinos e hindúes pretendían que todo en el cosmos fuese un ciclo sin fin, un eterno nacer, vivir y morir para renacer, en eterno equilibrio.
Los dioses griegos, celtas y romanos, decían querer un principio y un fin, y que la inmortalidad la ganasen unos pocos, que todas las cosas muriesen y acabasen, excepto aquellas excepcionales.
Unos aceptaban la desaparición de árboles, animales, personas, la destrucción de montañas y el fin de ríos y océanos.
Los otros, querían un eterno renacer en el ciclo de la vida y la muerte, en el que cada cosa alcanzase su destino reencarnándose o renaciendo, y la paz esperase al final de todo.
Entre ellos, dioses nórdicos y aztecas, mayas e hititas, demonios de la antigua sumeria, espíritus animistas y deidades solitarias, unían sus voces al coro infernal que crecía y crecía en violencia e ira.
Si las cosas seguían así, se declararía la guerra, y todos sufrirían.
Desesperada, y sin ver un final claro a la algarabía, Sersemis se atrevió a alzar su voz.
Todos callaron sorprendidos de que una simple humana osase interrumpir a sus superiores, pero el valor de la mujer era equiparable a su destreza, así que continuó.
– ¿Por qué? -preguntó sin dirigirse a nadie en particular – ¿Por qué es necesario que se imponga una sola visión del universo? ¿Por qué no dejar elegir a cada persona qué visión del mundo desea creer? – dijo.
Ethetis, una deidad egipcia de humor sombrío, alzó su voz atronadora. – ¿Y si no se impone ninguna visión, cómo sabremos entonces cual es la mejor?
– Quizás – continuó Sersemis – la verdad no se encuentre en ninguna de esas posturas, sino en una que las conjugue a todas, la virtud se encuentra en el medio.
Dejadme hacer una propuesta. Por cada cosa que muera en el mundo, yo crearé una joya que guarde para siempre, la incomparable belleza de cada animal, árbol o ser.
Conservaré la hermosura de las cosas lo mejor que pueda, para que, independientemente de la decisión que cada cual tome, la esencia de las cosas permanezca y pueda ser disfrutada para siempre.
Preservaré la belleza de una gota de agua, de un acebo, de un arcoíris, de un mirlo, y todos podrán disfrutar de su esencia convertida en joyas preciosas.
Los dioses callaron, asombrados de la sabiduría de una simple mortal, y silenciosamente asintieron.
Y así Sersemis fue nombrada La Tejedora de Estrellas, en honor al tapiz que arroja su luz sobre todas las cosas de la creación.
Y por toda la eternidad, continúa tejiendo y tallando, con sus propias manos o inspirando las manos de otros artesanos, todas las cosas de la creación.
Francisco Agenjo Toledo (la otra mitad de Te lo pruebas?)
Todos los derechos reservados.
** Algunas creaciones, de nuestras particulares «Tejedoras de Estrellas» 🙂 **