Imágenes y palabras (Las 4 estaciones)

Buenos días a todos!!!

Sé que hoy en día, ya es muy difícil que la gente escriba cartas, porque con el correo electrónico, esta práctica, casi se ha dejado para cartas oficiales, aunque para mandar un regalo o que te envíen un pedido, se sigue usando!

Pero, no estaría mal, que de vez en cuando, enviáramos a un ser querido una carta especial, no tiene que ser con muchas palabras, y puede ser con imágenes bonitas, incluso, alguna foto decorada con la técnica del scrapbooking .

Sabéis que soy una enamorada del washi tape y que no desperdicio nada de estas bonitas cintas adhesivas de arroz, y por eso, viendo todos esos pequeños retazos de cinta, se me ocurrió un pensamiento en imágenes, que es como mejor me expreso y decidí plasmarlo!

Junto a este collage, realicé también un sencillo marca páginas con washi tape, y al lado, unas palabras, unos pensamientos que me habían surgido al hacerlos, y pensé que los podía enviar por carta a un ser querido, aunque lo tuviera al lado…. 😉

Y vosotros? os animáis a enviar una carta? 🙂

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«Casi 4 estaciones alejado de ti, reuniendo retazos del verano, azul y refrescante, y la calidez del otoño, en pequeños frutos tostados…

Te lo envío todo en un collage, porque ya sabes que me cuesta escribir…

Y un trocito de mis mapas, que usé para no perderme, hasta volver a ti… úsalo para tus libros, va con palabras, aunque no las necesitas.

Vuelvo en la próxima estación…»

post-carta-y-escrito

Feliz semana….. 😉

 

Micro Cuentos Te lo pruebas? La Tejedora de Estrellas

Os queremos mostrar, otro de nuestros Micro Cuentos, esperamos que os guste!

Las leyendas de la antigüedad, nos han traído hasta nuestros días, múltiples historias de héroes y mitos. Hércules, Perseo, Thor, Aquiles, Ulises, y otras muchas más que pueblan nuestra cultura popular, conforman la cultura en la que crecimos.
En otras partes del mundo otros héroes y leyendas enriquecen las culturas de naciones lejanas, pero en ninguna de ellas se hace nunca referencia a la que hoy os traigo. La leyenda de Sersemis.

No podría decir la mitología de la que proviene este cuento, otros antes que yo se ocuparon de borrar sus huellas y toda mención a su nombre de los anales de la historia.

Sersemis era una mujer que había sido elegida, por ser la mayor artesana de su tierra, para tejer los ropajes de dioses, diosas y héroes.

Se encontraba así presente en el panteón, cuando un gran alborozo llamó su atención. Dejando sus herramientas, Sersemis siguió el gentío hasta el coliseo.

Allí, semidioses y divinidades asistían expectantes, a un cónclave entre los dioses mayores de varios panteones. Egipcios, nórdicos, griegos, todos aquellos que alguna vez rigieron o que alguna vez regirán los destinos de la Humanidad discutían acaloradamente.

Sus voces resonaban en la acústica perfecta del recinto.

Al parecer, discutían sobre el pasado y el presente, sobre la vida y la muerte, y definían, entre todos, cómo debían ser el mundo y la realidad.

Las diferentes formas de ver el mundo de cada uno, convertían la discusión en acalorada, y las bravatas de unos y otros, amenazaban con desatar una pelea que inevitablemente desembocaría en un conflicto en el que los mortales, hermanos y hermanas de Sersemis, sufrirían y serían las víctimas perjudicadas.

En concreto, la mayor pugna era la que enfrentaba a los dioses orientales, con los occidentales. Sus diferentes culturas discutían sobre la vida y la permanencia de las cosas, sobre lo efímero, la belleza y los sueños.

Los dioses orientales, de los panteones japoneses, chinos e hindúes pretendían que todo en el cosmos fuese un ciclo sin fin, un eterno nacer, vivir y morir para renacer, en eterno equilibrio.

Los dioses griegos, celtas y romanos, decían querer un principio y un fin, y que la inmortalidad la ganasen unos pocos, que todas las cosas muriesen y acabasen, excepto aquellas excepcionales.

Unos aceptaban la desaparición de árboles, animales, personas, la destrucción de montañas y el fin de ríos y océanos.

Los otros, querían un eterno renacer en el ciclo de la vida y la muerte, en el que cada cosa alcanzase su destino reencarnándose o renaciendo, y la paz esperase al final de todo.

Entre ellos, dioses nórdicos y aztecas, mayas e hititas, demonios de la antigua sumeria, espíritus animistas y deidades solitarias,  unían sus voces al coro infernal que crecía y crecía en violencia e ira.

Si las cosas seguían así, se declararía la guerra, y todos sufrirían.

Desesperada, y sin ver un final claro a la algarabía, Sersemis se atrevió a alzar su voz.

Todos callaron sorprendidos de que una simple humana osase interrumpir a sus superiores, pero el valor de la mujer era equiparable a su destreza, así que continuó.

– ¿Por qué? -preguntó sin dirigirse a nadie en particular – ¿Por qué es necesario que se imponga una sola visión del universo? ¿Por qué no dejar elegir a cada persona qué visión del mundo desea creer? – dijo.

Ethetis, una deidad egipcia de humor sombrío, alzó su voz atronadora. – ¿Y si no se impone ninguna visión, cómo sabremos entonces cual es la mejor?

– Quizás – continuó Sersemis – la verdad no se encuentre en ninguna de esas posturas, sino en una que las conjugue a todas, la virtud se encuentra en el medio.

Dejadme hacer una propuesta. Por cada cosa que muera en el mundo, yo crearé una joya que guarde para siempre, la incomparable belleza de cada animal, árbol o ser.

Conservaré la hermosura de las cosas lo mejor que pueda, para que, independientemente de la decisión que cada cual tome, la esencia de las cosas permanezca y pueda ser disfrutada para siempre.

Preservaré la belleza de una gota de agua, de un acebo, de un arcoíris, de un mirlo, y todos podrán disfrutar de su esencia convertida en joyas preciosas.

Los dioses callaron, asombrados de la sabiduría de una simple mortal, y silenciosamente asintieron.

Y así Sersemis fue nombrada La Tejedora de Estrellas, en honor al tapiz que arroja su luz sobre todas las cosas de la creación.

Y por toda la eternidad, continúa tejiendo y tallando, con sus propias manos o inspirando las manos de otros artesanos, todas las cosas de la creación.

 

Francisco Agenjo Toledo (la otra mitad de Te lo pruebas?)

Todos los derechos reservados.

** Algunas creaciones, de nuestras particulares «Tejedoras de Estrellas» 🙂 **

Nuestros Micro Cuentos

La Princesa Sedienta

El sol calentaba la tierra, y ésta,  se encontraba reseca y sedienta.

Por los campos del Rey,  caminaba la princesa, buscando una fuente, pero el calor las había secado todas.

Sedienta, se acercó al cauce de un río, mas éste,  se encontraba marchito.

A gritos, la princesa pidió ayuda a quien la oyese,  y aunque estuviese en los campos de su padre,  no obtuvo respuesta humana.

Al cabo de un  rato, cuando ya estaba a punto de rendirse, le pareció escuchar algo que parecía una voz,  procedente  del tocón hueco de un árbol.

– ¿Quién es? – preguntó.

– Soy quien puede ayudarte, – respondió una voz, que parecía ulular desde los huecos del tronco. – Soy el Viento,  ¿Qué te ocurre?

– Hace calor, tengo sed – respondió la princesa.

– Puedo ayudarte, – repitió el viento. – Introduce la mano en el tronco y saca lo que hay en su interior.

Así lo hizo la princesa, y dentro del tronco, como le había prometido el Viento, había algo.

Sacó la mano y abrió el puño. En su pequeña palma,  había unos pendientes peculiares.

Decorados como si fuesen nubes, la princesa se los puso inmediatamente.

Al instante, el Viento comenzó a soplar y soplar, y en pocos minutos, las nubes cubrieron el cielo, y la lluvia comenzó a  caer,  llenando fuentes y saciando la sed de la princesa y su calor.

Y es por eso,  que desde siempre,  cada vez que la sed apretaba al Reino de su padre, la princesa se ponía sus pendientes de nubes, y el viento les traía agua y lluvia.

p.d.:  Nuestros Micro Cuentos, los podrás encontrar en nuestra tienda on line, cuando realices un pedido de al menos, 20 euros, y podrán personalizarse, si nos lo indicas (para un regalo especial). Regala Bisutería… pero también algo más.

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EL SUEÑO DE LOS SENTIDOS

Narran los cuentos olvidados, que cuando la oscuridad acechaba a la Humanidad, en su hora más oscura, faunos y hadas acudieron al rescate de los hombres.

Eran tiempos antiguos y terribles, y la miseria reinaba por doquier, acechando familias, a ricos y a pobres, a nobles y a vasallos.

Pero había un escribano, un vendedor de libros, que no se resignaba a su suerte.

Recordando viejas leyendas leídas en su niñez, el vendedor de libros, acudió a un viejo bosque, tan antiguo y oscuro que se le dio en llamar el “Bosque Antiguo y Oscuro”, en busca de los viejos dioses, ya olvidados por la razón del hombre.

Allí, entre alisos centenarios, y nobles robles, el vendedor de libros recitó versos antiguos, rituales arcanos y rezos prohibidos de olvidado conocimiento, sin saber muy bien qué esperar.

Horas y minutos pasaron, y ninguna respuesta obtuvo. Desesperado y cansado, el vendedor de libros se aprestó a volver a casa, cuando le pareció escuchar parecido a un suspiro y una risa entre unos matorrales.

Allí, entre ramas tenebrosas,  sobre la tierra húmeda, encontró algo que parecían tres pequeños broches con preciosos motivos.

En una roca grabada, estas palabras vio: “Tres broches arcanos has hallado, riqueza, salud y felicidad te traerán. Pues la magia, como los sueños, habita dentro de cada uno, y cuando miras en tu interior encuentras aquello que deseabas encontrar en el exterior”.

El vendedor de libros regresó a su hogar, sin contar nada a su mujer ni a sus hijas. Les regaló los broches, uno a cada una, pues la mayor felicidad que puede una persona encontrar,  es regalar felicidad a quien se quiere.

p.d. Nuestros Micro Cuentos, los podrás encontrar en nuestra tienda on line, cuando realices un pedido de al menos, 50 euros, y podrán personalizarse, si nos lo indicas (para un regalo especial). Regala Bisutería… pero también algo más.

UNA PEQUEÑA HISTORIA…

UNA PEQUEÑA HISTORIA….

“Un joven y un viejo caminaban por los caminos de una sierra en una noche sin luna. El viento apenas corría pero traía los ruidos de la noche, que llenaban los campos y el aire.

Ambos caminaban en silencio, de regreso a casa tras un largo y agotador día de trabajo, y pronto las luces del pueblo se verían al doblar la esquina de un camino.

Sin apenas darse cuenta del porqué, el joven se encontró caminando solo por el camino. Cuando se volvió a buscar a su acompañante, vio que éste se había detenido, junto a un viejo tejo, y miraba el cielo.

El joven retrocedió unos pasos y alzó la vista para contemplar lo que había atraído la atención de su amigo. Arriba, en el cielo nocturno, brillaban las estrellas.

– ¿Qué miras? – le preguntó.
– ¿Acaso no lo ves? – respondió el más mayor de los dos.
– Sólo veo las estrellas. Las mismas de siempre.

Sólo el silencio de su interlocutor le respondió. El frescor de la noche ascendía por la ladera, y nuestro joven amigo comenzaba a tener prisa y se sentía incómodo, pero permaneció a su lado, callado.

– Pasamos cada noche por este camino, y nunca nos fijamos en el inmenso tapiz que se extiende sobre nuestras cabezas. Ese cielo lleno de estrellas, cuyas maravillas sólo podemos soñar, permanece ahí cada día, y su propósito se nos escapa.

No sabemos por qué están ahí las estrellas, ni qué sentido tienen, ni qué destino les aguarda. Pero están ahí. Son como las personas que nos rodean. Desconocidos por los que pasamos cada día, algunos brillan más, otros pasan más de largo, pero nunca les conocemos realmente. Ni les prestamos más atención que aquella que nuestro egoísmo nos lleva a pensar que merecen.

Sin embargo, están ahí. Brillando y resplandeciendo.

Mira aquella estrella, la más luminosa de todas, parecería la más importante, pero, ¿quién puede decir que esa estrella sea mejor que aquella otra, que aparece tan pequeña y apagada que apenas puede vislumbrarse entre el brillo de sus hermanas que la rodean?

Mira cómo aquellas estrellas se agrupan, formando una figura, o aquellas otras que se desparraman sobre el cielo como perlas dispersas que iluminan nuestros sueños.

Muchas de ellas permanecen siempre ahí, quietas, otras giran sobre nuestras cabezas describiendo el paso de la vida y de las noches sobre nosotros, guardando nuestros sueños y esperanzas.

De vez en cuando, una estrella fugaz surca el cielo, cruzando rápidamente la creación, e iluminando al resto, antes de perderse rápidamente por el horizonte.

Todas ellas forman un tapiz, un magnífico, casi mágico, tapiz.

Y a pesar de lo magnífica y brillante que una de esas estrellas pueda ser, no adquiere su máxima grandeza hasta que no se une en un tapiz maravilloso que le da sentido y belleza a su existencia, y forma parte de él. Para siempre, o fugazmente.

El viejo volvió a callar, mientras nuestro joven protagonista miraba el cielo. Un sentimiento extraño creció en su pecho, al tiempo que contemplaba a su acompañante e intentaba comprender lo que quería transmitirle.

Sobre ellos, silenciosas, eternas, brillaban el millar de estrellas que iluminaba sus noches sin luna”

Francisco Agenjo

(la otra mitad de Te lo pruebas?)